lunes, 2 de diciembre de 2019

Rompo todo lo que soy


En un momento clave de la historia argentina, Wos publicó Caravana, su álbum debut donde logró interpelar a toda una generación.



En los tiempos de hoy en día, un disco puede durar menos de 20 minutos. La era del on demand, el contenido descartable y el single como carta de presentación actualizable arrinconan a Wos en la máquina trituradora que se convirtió la industria. Sin embargo, sin desentenderse de esto, el rapero logra estampar su marca y ser la voz de una generación en un estilo musical que ya es mainstream.

     “Y no hables de meritocracia, me da gracia, no me jodas / que sin oportunidades esa mierda no funciona” dispara en “Canguro” mientras representa a millones de personas y pone en primer plano al que “cobra dos monedas al mes pa’ mantener cuatro personas”. Si bien este es el único tema englobado en el género conscious hip hop, tiene el peso de abrir Caravana y también de haber sido elegido como el primer corte de difusión, con un video donde el freestyler interpreta tanto al emisor como al receptor de las críticas sociales.

     El hip hop, originario de Estados Unidos a mediados de los ’70, se convirtió en el género musical con más reproducciones en streaming en el país norteamericano en 2017, venciendo al rock y al pop, y desde ahí no perdió la corona. Esta tendencia se puede empezar a ver a nivel mundial, y si bien en Argentina a fines de los '90 se encontraban grupos como El Sindicato Argentino del Hip Hop y Bola 8, las batallas de gallos tuvieron un crecimiento exponencial a medida que la década avanzaba y lograron poner a la doble hache en la música preferida de los adolescentes.

     Wos nació de las batallas de improvisación en plazas (particularmente del Quinto Escalón) y esta disciplina se convirtió en su recurso principal a la hora de componer letras. Así es que tanto en “Canguro” como en las otras seis canciones del trabajo, Valentín Oliva expone su inconsciente sobre una beat de boom bap o de trap a cargo de su productor musical, Facu Yalve (A.K.A.. Evlay) y de ahí germinan las temáticas que termina abordando.

     Entre calambures y técnicas de one two, también podemos encontrar agresividad vocal. Tres claros ejemplos son “Luz delito”, un rap rock de materia ateísta cuya referencia a los Redonditos de Ricota se hace explicita al tomar el riff de “Luz Belito” y  “No va a bajar”, el trap estimulante y narcótico que da el cierre a la obra. “Pantano” es el más classic hip hop, con una base a tempo lento y bien minimalista donde la cadencia de la rima se vuelve viscosa.

     Si bien lo que hila el álbum son sus timbres de producción más que los tópicos de las letras, el amor parecer ser –a veces explícita y otras implícitamente- lo que amalgama los distintos tracks. “Fresco” y “Okupa” revelan los pensamientos más frágiles de Valentín, pero sin dudas “Melón vino” desviste sus sentimientos más delicados, cantando “Cuando miremos y no entendamo’ / Nada de todo lo que ahora vemo’/ Voy a quedarme con vos al lado/ Cuando todo se nos ponga feo”.

     El pasaje del estudio al recital es una experiencia rockera. Con una banda formada por batería, bajo, teclado y guitarra (tocada por Ca7riel), con quienes agotó dos Groove en la presentación oficial del disco, la potencia arriba del escenario sobrepasa a las grabaciones y deja otra impresión al público, ya acostumbrado a ver a los artistas de la escena del trap/rap cuyos shows constan del cantante y todas las pistas sonando atrás (a veces, incluso la propia voz líder).

     Contrariamente a lo que puede suceder con Super Sangre Joven, la placa debut de Duki, uno de los traperos más populares actualmente, Caravana no suena a un rejunte de singles. Aunque esto es una virtud, el disco se siente corto al sólo presentar cinco temas nuevos e incluso podría tener mejores composiciones (se lo ha visto improvisar mucho mejor al “pibito de la plaza”) o beats más potentes. Estas características se vieron en los sencillos previos al material de estudio, como “Púrpura”, con su base de combativa base de trap o “Andrómeda”, la canción con las mejores barras de Wos.

     Caravana es una peregrinación que no tiene miedo en llevarse puesto cualquier estándar preestablecido. Es la voz de una generación que, con su andar irreverente, viene a cambiar todo, a derribar estructuras sociales, imposiciones sentimentales y mecanismos políticos. Incluso en el plano musical logra inmiscuirse en las venas del rock nacional y ya ser considerado un pilar más de la música argentina. Porque como dijo Wos: no importa el género, si no lo que genera.

domingo, 24 de noviembre de 2019

Vos siempre cambiando, ya no cambiás más

Un repaso por la extensa carrera de El Cuarteto de Nos que con sus particulares letras cautivó a toda Latinoamérica.


¿Qué cuarteto está compuesto por tres integrantes?  El oxímoron que se desprende del nombre de la banda, formada por el compositor principal Roberto Musso en voz y guitarra, Ricardo Musso en guitarra y coros, y Santiago Tavella en bajo, es la primera pista para entender a estos uruguayos que comenzaron su carrera musical a principios de los ochenta con canciones satíricas, irónicas y con mucho humor absurdo.

Los hermanos Musso no solían ocupar sus tardes en salir a jugar al futbol, ni sus noches en recorrer bares o boliches. En vez de eso, prendían un grabador e inventaban un programa de radio en una ciudad ficticia que traía invitados bizarros con situaciones surrealistas, como Andamio Pijuán, que se bañaba siempre en alquitrán, o Juan Bojorge Ocorbojón, que nunca pudo acertarle a una tirada de balero.

Al conocer en el liceo a Santiago Tavella, otro músico que tenía el mismo sentido del humor que ellos, decidieron tocar juntos. No fue hasta conocer las composiciones extrañas de Leo Maslíah que se animaron a ponerle palabras a sus armonías y así editaron su primer longplay, en el año 1984, compartido con Alberto “Mandrake” Wolf bajo el sello Ayuí. Musicalmente, el Cuarteto se ampararía en el post punk de los Clash mezclado con melodías del jangle pop de los Smiths.

Cuatro años más tarde, y ya con Álvaro Pintos como baterista fijo, logran tener su primer LP propio, Soy una arveja. En él y en los dos siguientes (Emilio García de 1989 y Canciones del corazón de 1991) cobran vida los personajes inventados en aquella radio, junto con otros aún más polémicos, como el que aparece en “Enamorado de un pollo” donde el yo lírico se lamenta porque el amor que le tiene al ave no es correspondido, o “El deforme”, una persona que pide por su muerte ya que nació desfigurado en todo su cuerpo.

El contexto social avalaba estas expresiones tan extremas: la dictadura uruguaya extendida entre 1973 y 1985 dejaba a una juventud hambrienta por manifestarse y los temas previamente censurados sin sentido (como “Crece la croqueta”, una inédita del Cuarteto que habla de… una croqueta que crece) podrían ver la luz sin problemas. Las presentaciones en vivo del cuarteto eran igual de insólitas que sus canciones: disfrazados de viejas, emitían chistes asquerosos y comentarios revulsivos.

El boom y la masividad en Uruguay llegaría con Otra navidad en las trincheras, editado en 1994 Ante la indiferencia de Ayuí al editar Canciones del corazón solo en cassette (omitiendo el clásico vinilo y el naciente CD), el álbum subsiguiente fue concebido con total independencia artística. A pesar de la paupérrima tapa (una foto con disparador automático) Otra navidad  fue disco de platino en apenas seis meses.

Ta, grabemos cualquier cosa, total, ¿quién lo va a escuchar?” diría Ricardo Musso en “Otra Navidad en las trincheras” el libro de Ignacio Martínez que analiza la placa, en su momento la más vendida en Uruguay. Ese “cualquier cosa” sería el nacimiento de una de las características más principales del cuarteto, la mezcla de los géneros. Desde el punk rock de “El primer oriental desertor” y el vals de “Manfreddi” hasta el trance electrónico de “El putón del barrio” y el protoreggaeton de “El calzoncillo a rayas”.

Sus próximos cuatro materiales de estudio (Barranca abajo, El tren bala, Revista “¡Esta!”  y  Cortamambo) amplificarían este amalgama de estilos agregando más condimentos a la sopa de canciones. En cuanto a las letras, lo asqueroso e incongruente se transformaría en cómico y delirante, tratando situaciones como un amorío con una vampira, estar a favor de matar las ballenas, o la eterna discusión entre uruguayos y argentinos por la nacionalidad de Gardel, determinando que el famoso tanguero era peruano.

La única carencia que tenía la banda era la calidad del audio. Si bien en los primeros trabajos no se podía esperar mucho por el equipamiento precario que tenían los estudios en su momento, los discos de los 90s no tenían el espectro de frecuencias cubierto de forma pareja, logrando así un sonido débil. En el 2004 la banda decide renovarse y trabajar por primera vez con un productor, eligiendo a Juan Campodónico (conocido por su trabajo en Sea y Eco de Drexler) para regrabar un grandes éxitos y modernizarse en el sonido.

Así como Otra Navidad en las trincheras los disparó a la masividad en el país charrúa, Raro (2006) sería la catapulta para Latinoamérica entera. En este disco abundan las guitarras flacas del indie rock de los Strokes y los Libertines, que se cruzan con un Roberto Musso apretando todas las sílabas posibles en su inédito rapeo. En su nuevo estilo letrístico, Roberto aborda las contradicciones personales y canta en primera persona situaciones cotidianas pasadas por su constante filtro irónico “Yendo a la casa de Damián”, y “Ya no sé qué hacer conmigo” comenzarían a ser los nuevos himnos en esta nueva mutación de los montevideanos.

En medio de su primera gira a Colombia, Chile y Paraguay, Roberto Musso seguiría afilando su pluma rapera, para meter la mayor cantidad de palabras posibles, quitándole espacio a otros instrumentos. Esto causaría el alejamiento de su hermano Ricardo Musso de la banda luego de Bipolar (2009), argumentando que “Ya no había lugar para tocar la guitarra”. Tras la partida de “Riki”, el ya establecido cuarteto necesitaría una pata más para seguir su camino.

Casi como una ironía más, Santiago Marrero y Gustavo Antuña se sumaron a la banda en teclados y guitarra, respectivamente, formando un quinteto. Esta nueva formación seguiría empujando la roca del rap-rock de Raro y Bipolar  en sus próximos dos discos Porfiado (2012) y Habla tu espejo (2014). Este último sería el primer álbum en contener solo canciones de Roberto, a la vez de ser el más introspectivo y personal, llegando a hablar del nacimiento de su hija y el alzheimer de su madre.



Con viajes ya anuales a toda América del Sur y México, y con varias nominaciones y premiaciones en los Grammy Latino, El Cuarteto parece no tener techo. Luego de Apocalipsis Zombi (2017), donde Roberto critica al sistema, este año lanzarán su decimosexto álbum Jueves grabado en el icónico Sonic Ranch con cuatro productores diferentes. Siguiendo con su estilo, no debería sorprendernos que el disco saliera un viernes.